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Mónica Morla de Salvador

Mónica Morla de Salvador

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Enseñar a los niños a encontrar soluciones

Apoya a tu hijo a resolver problemas:

Así como los niños aprenden distintas habilidades cognitivas o sociales, también la generación de soluciones puede aprenderse por ensayo y error, o como un juego desde que son pequeños los niños hasta que se convierta en una reacción o actitud automática frente a un problema. Nuestra actitud serena, analítica, positiva y flexible les servirá como modelo y así podamos enseñar a los niños a encontrar soluciones.

Los padres han de evitar resolver los problemas de los hijos, y por el contrario desde pequeños animarlos a que busquen sus soluciones, validar sus ideas, rescatar sus aportaciones y potencializarlas, para que vaya ganando confianza en sus propias capacidades.

Existen distintas maneras de reaccionar frente a un problema

  • Paralizarse: no hacer nada, esperar que alguien lo haga por mí, lo cual generaría una pasividad, una actitud “ya se verá luego” o “no importa, ya pasará “convirtiéndose la persona en un ser en que la vida pasa por ellos y no ellos por la vida. Aportan poco o incluso estorban en un momento determinado, no son parte de la solución. Muchas veces está asociado al miedo, al temor; por algo que se desconoce y que no se puede manejar o mantener bajo control. Los niños que se paralizan pueden ser producto de una excesiva resolución - sobreprotección por parte de los padres que los incapacita y hace de ellos seres dependientes, con baja autoestima e inseguridad.
  • Huir: es otra forma instintiva de salir de la situación, escapar, evitar, negar, distanciarse de la situación que genera malestar o conflicto. Son aquellas personas que se pasan cambiando de escenario, pero el problema siempre los acompaña. Pueden tender a la inestabilidad, ya que no pretenden hacer frente a la adversidad. Si bien es cierto que uno puede utilizar esta estrategia, en algunas ocasiones, para evitar conflictos o discusiones, cuando el motivo no es de peso o si se eligen batallas, dejando pasar unas para enfrentarse solo con las trascendentales o importantes.
  • Gritar, enojarse, responder con agresividad, con actitud de defensa frente a una situación que pudiese causar molestia, desagrado o irritabilidad. Probablemente el bajo control de impulsos lleva a muchas personas a desconectar su cerebro emocional del racional; por lo que solo reaccionan por las emociones del momento, sin racionalizar causas ni consecuencias. Pueden responder con agresividad innecesaria, dejando de lado la posibilidad del diálogo, del discernimiento y de la mediación, ya que parecen querer imponerse por tener la última palabra o su verdad. Los niños pequeños quienes no poseen aún una expresión verbal demuestran sus frustraciones corporalmente: pegan, muerden, empujan, halan el pelo, patalean, etc. Sienten, pero no pueden ejercer el autocontrol con la mejor disponibilidad que la que gozan los niños a partir de los seis años, quienes ya poseen una mayor capacidad de pensamiento, comprensión de los hechos y la incorporación de un lenguaje propio de emociones le permiten identificar más las propias y poco a poco la de los demás.
  • Racionalizar los hechos y buscar soluciones, éste debe ser el hábito a desarrollar. Desde pequeños mediante “el juego del intercambio de ideas” que se puede establecer como dinámica familiar, pueden los niños tener una lluvia de ideas y escoger luego las mejores. La intención es enfrentar problemas con más flexibilidad y creatividad. Se pueden partir de varias posibles ideas, algunas muy creativas y otras más lógicas. Luego se analizar de que manera estas soluciones podrían funcionar, en niños menores de 8 años probablemente requieran aún de apoyo del adulto.

En el caso de niños de más edad y en adolescentes la forma más avanzada de resolver problemas se denomina PENSAMIENTO – MEDIOS- FIN.

La intención es tener clara la meta deseada, y buscar acciones que de cómo resultado lo que he decidido. Esta estrategia debe tener en cuenta de que hay ocasiones que lograr las metas implica esperar el tiempo adecuado, o que es necesario redefinir metas cuando sea conveniente hacerlo.

Para niños a partir de los 11 años pueden utilizar los padres pueden apoyar a sus hijos con las siguientes recomendaciones:

  • Importancia de detenerse para pensar con calma las cosas.
  • Identificar, definir el problema.
  • Reunir la información desde su propio punto de vista, de los hechos e información relevante.
  • Reunir información desde la perspectiva de otras personas (sus necesidades, emociones y lo que piensan)
  • Considerar estrategias alternativas, inclusive lo que se puede hacer o decir y los posibles obstáculos.
  • Evaluar consecuencias y los resultados, decidir entre alternativas; anticipar incluso que ocurriría en función de palabras o acciones puntuales.
  • Completar el proceso de resolución de problemas, alentando a continuar hasta alcanzar la solución deseada.

Los padres han de evitar resolver los problemas de los hijos, y por el contrario desde pequeños animarlos a que busquen sus soluciones, validar sus ideas, rescatar sus aportaciones y potencializarlas, para que vaya ganando confianza en sus propias capacidades.

El hecho de centrarse en soluciones en lugar de ver culpables o de sobredimensionar los problemas, facilitará la superación de obstáculos por parte de los niños; poco a poco ellos irán ganando confianza y pericia. Tendrán una actitud pro activa y positiva, generarán un ambiente alrededor de ellos de éxito y de bienestar.

¿Cuáles son los temores esperados en los niños pequeños?

Los niños experimentan numerosos miedos en el curso de su crecimiento. La mayoría de los miedos infantiles son transitorios, de intensidad leve y específicos de una edad.

Entre los 2 y 4 años aparecen temores como:
• usar el inodoro,
• animales en general; siendo el de los perros el principal miedo a los 3 años.

A los 4 años la causa más común es a la oscuridad.

A los 6 el miedo a:
• la escuela,
• la oscuridad,
• catástrofes,
• seres siniestros (brujas, fantasmas, personajes de series o películas) son las causas principales.

Alrededor de los 6 – 9 años cuando ya hay más consciencia social, aparece el temor al:
• ridículo por carencia de habilidades sociales,
• temor por fracaso escolar o
• temor al fracaso deportivo son los motivos más comunes.

No obstante, algunos miedos de infancia, pueden estar presentes hasta la edad adulta, y causan un malestar clínicamente significativo al niño y/ o interfieren en su vida diaria en aspectos sociales, familiares, o escolares.

Conviene por lo tanto diferenciar los miedos normales, propios de la infancia, que espontáneamente o con un poco de ayuda se superan de aquellos miedos “patológicos” o fobias que requieren tratamiento psicoterapéutico.

Manifestaciones y causas

Nos encontramos muchas veces con niños que en la escuela que mantienen un comportamiento particular:

Movimiento frecuente en la silla sin levantarse de ella, mirada de temor, inquietud en sus manos, voz temblorosa, repeticiones en el habla, tics, mordida de uñas, llanto frecuente, como si algo los amenazara y están alertas para reaccionar ante cualquier posible peligro a su alrededor…. Los cambios en las rutinas, el tono de voz alto del maestro, las demandas relacionales, etc. pueden ser causa de que se active esa alarma en el niño y se genera un estado de temor o de ansiedad. Muchas veces las causas no solo están alrededor de las situaciones escolares, sino que son por motivos familiares: separación o discusiones de los padres, dificultades económicas percibidas por los niños, falta de control del comportamiento entre los hermanos, e incluso maltrato infantil.

Puede ser algo pasajero, puntual o un estado de alarma que se convierte en permanente y que no le permite estar tranquilo y en condiciones apropiadas incluso para atender con todos los sentidos a la clase. La sensibilidad aguda de algunos niños los hacen más propensos a afectarse por situaciones que son asumidas como amenazas para ellos, mientras que para otros la misma causa simplemente no tiene importancia.

Lo aprendido en casa:

Muchas veces estos aprendizajes sobre los temores son aprendidos también por los niños del modelo de sus cuidadores. Si mamá se sobresalta con exageración por algún hecho, si abuela exagera las emociones negativas, si los diálogos familiares giran alrededor de los problemas mundiales…. estos temas pueden ser interpretados negativamente por los niños y asumir este estado de alarma frecuente, reaccionando con sobresaltos, sensibilidad y llanto, o irritabilidad. Los niños con rasgos de ansiedad, también pueden presentar niveles de inseguridad. Demandan aprobación frecuente de sus maestros, o incluso pueden asumir una posición de incapacidad frente a pequeños problemas.

Recomendaciones:

Si usted recibe comentarios de la escuela sobre los síntomas descritos es conveniente revisar cuales son las causas que pudieran estar afectando. Converse con el niño, pregúntele frontalmente que le causa temor, cuales son las cosas que le podrían generar miedo, póngase usted como ejemplo de sus temores cuando era pequeñ@. Trate de atender las demandas y aclarar racionalmente o concretamente cuales son temores reales y cuales son imaginarios. Destaque con frecuencia los aspectos positivos de los maestros de la escuela, para que sienta que puede confiar en ellos y pedirles ayuda si lo necesitan. Evite temas que a un niñ@ pequeñ@ puede generar ansiedad, no se trata de ocultarle los problemas pero si no es necesario comentárselos, es mejor evitar contenidos que pueden ser impactantes a sus edades.

Trate de guardar la calma, de transmitir serenidad y de racionalmente encontrar respuestas para temores infundados, bríndele seguridad al niño. Considere que si a pesar de su intervención, los miedos impiden a su hij@ tener un desempeño esperado, sería el momento oportuno de buscar un apoyo profesional para evitar que las conductas se complejicen.

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