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Beber alcohol, no es un juego

La Dra. Berta Lasheras, Profesora ordinaria de Farmacología en la Universidad de Navarra manifiesta que el alcohol es una de las drogas con mayor poder adictivo, de tal manera que cuando se produce el síndrome de dependencia, aparece el deseo persistente de beber. Ella refiere que hay padres que se sorprenden cuando les llaman desde la sala de emergencia de una clínica u hospital, comunicándoles que su hija o hijo están en coma etílico. “Se tendría que preguntar cuánto dinero manejan nuestros hijos, qué sitios frecuentan, cuántas horas salen, y poner los medios para que no les resulte tan fácil beber”.

En muchas ocasiones son los mismos padres los que propician el consumo de alcohol en sus hijos, dándoles dinero para que compren este producto.

Una investigación realizada por Ana Aznar, con el asesoramiento de Fundación Alcohol y Sociedad nos indica que un estudio realizado por la Universidad de Washington reveló que las personas que consumían normalmente cinco o más bebidas alcohólicas, una detrás de la otra, desde los 13 años, eran más propensas a la hipertensión a la edad de 24 años, que aquellas que no bebían alcohol. Las personas que continúan bebiendo mucho alcohol durante la edad adulta corren el riesgo de dañar órganos tales como el hígado, el corazón o el cerebro. La investigadora señala que el alcohol actúa como irritante celular, y en altas concentraciones causa daño, vertiéndose en la corriente sanguínea y viajando al cerebro, donde interfiere con los aminoácidos del cerebro que actúan como neurotransmisores. El alcohol hace que las células del hígado funcionen pobremente: algunas mueren y se reemplazan con grasa y fibra. Esto es la cirrosis del hígado. También manifiesta que los estudios más recientes muestran que con el tiempo, el alcohol reduce la actividad metabólica del cerebro. Deprime directamente las neuronas del centro respiratorio en el tronco encefálico, reduciendo la toma de oxígeno y haciendo la respiración menos eficiente. Cuando los niveles de oxígeno en la sangre se empobrecen progresivamente, la primera etapa es la euforia. Después llega la sedación, la somnolencia, el sueño, la insensibilidad, el coma y, en ocasiones, la muerte. Como disminuye el sentido de responsabilidad, nos hace más imprudentes y puede elevar la agresividad; la intoxicación es potencialmente una amenaza para la vida, especialmente cuando entra en juego con la testosterona, la hormona masculina de la agresividad. En su investigación refiere que el alcohol es un depresivo, lo que significa que hace más lento el funcionamiento del sistema nervioso central. En realidad, bloquea algunos de los mensajes que intentan llegar al cerebro, alterando las percepciones, las emociones, los movimientos, la vista y el oído de una persona. El alcohol reduce nuestro tiempo de reacción entre un 10% y un 30%. Como recomendaciones especiales indica que hay que explicarles a los hijos cuáles son los lugares del cerebro afectados: la corteza cerebral, el cerebelo y el tronco encefálico, particularmente el centro de la respiración. Que hay efectos colaterales agudos: intoxicación, se disminuye el sentido del oído y el sentido de responsabilidad. Que hay efectos colaterales crónicos: adicción, cirrosis en el hígado, pérdida de memoria, razonamiento poco equilibrado, síndrome de Korsakoff, síndrome fetal alcohólico. Que hay efectos irreversibles: daños permanentes en la capacidad de aprendizaje y la memoria, ya que las neuronas que se destruyen en el hipocampo no se reemplazarán jamás. Además el 8% de las personas que beben alcohol desarrollan algún tipo de problema, y cada una de esas víctimas afectará en alguna medida al menos a otras seis personas. Definitivamente, beber alcohol no es un juego. En muchas ocasiones son los mismos padres los que propician el consumo de alcohol en sus hijos, dándoles dinero para que compren este producto. Incluso no les manifiestan a sus hijos que al reverso de la botella siempre hay una indicación del Ministerio de Salud que prohíbe la venta de alcohol a los adolescentes, por el daño que ocasiona a su salud. Sin embargo, el alcohol se vende en tiendas y licoreras, sin ninguna restricción. En las mismas fiestas de graduación, por ejemplo, hay barra libre y se pueden consumir todas las botellas que la chica o el chico soliciten. Gran cantidad del dinero que recogen los organizadores de estas fiestas, se destina para el consumo de alcohol. Por tanto, los padres son los principales responsables de los daños que puedan ocasionarse con sus hijos.

Se tendría que preguntar cuánto dinero manejan nuestros hijos, qué sitios frecuentan, cuántas horas salen, y poner los medios para que no les resulte tan fácil beber.

 

 

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