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3 conflictos familiares más comunes y sus soluciones

Es absolutamente normal que las personas que integramos una familia tengamos nuestras diferencias, que se traducen básicamente en la forma de pensar, sentir y actuar sobre determinado tema. Pero por qué sucede que algunas familias pueden resolver positivamente sus diferencias llegando a acuerdos que unas veces favorecen a unos y otras a otros, de tal forma que gana la familia, y otras familias que cuando aparecen las diferencias se trasforma el hogar en un campo de batalla en el que cada una de las partes lo que le interesa es ganar o ganar, no importa cuanta sangre se derrame, y los acuerdos son una ilusión remota, no una realidad. Hay otras familias que evitan los temas en los que hay desacuerdo por temor al conflicto y viven una aparente estabilidad. La forma cómo una familia resuelve sus diferencias tiene mucho que ver con la forma que tiene la pareja de enfrentarlas, pues ésta es la base de la familia y el modelo que los hijos viven diariamente y de quienes imitarán la forma de hacerlo.

Los 3 conflictos familiares más comunes son:

Las diferencias que existen en las parejas en cuanto a:

  • la forma como educamos a nuestros hijos
  • el tipo de relación que se tiene con los suegros
  • el uso del dinero

Estos conflictos se dan a nivel de la pareja, pero en la medida en que el conflicto avanza por no encontrar una forma adecuada de negociar va involucrando en él a los hijos, hasta que se convierte en un problema familiar que muchas veces necesitará ya de la ayuda de un profesional para poder resolverlo.

Pues mientras uno en la pareja se ocupa en exceso de los hijos el otro para balancear la pelea se convierte en el que pone límites.

¿Qué es lo que sucede?

En la pareja cada uno viene de una familia que ha sido su modelo hasta el momento de salir de ella, y en muchos casos vienen a formar esta nueva pareja con costumbres y valores diferentes.

Las creencias que cada uno tiene en la pareja:

A la hora de tener hijos cada uno quiere que se hagan las cosas según su costumbre y esto en diferentes aspectos, desde la hora en que los hijos deben bañarse, si antes de ir al colegio o en la noche, lo que uno opina le parece inconcebible al otro, hasta si practican deporte, o van a clase de arte, la hora en que deben acostarse, si las 7 pm, o las 10pm, si tiene edad para tener celular o no, o si es adolescente si tiene permiso para ir a fiestas, consumir alcohol o no y a qué edad. Parece imposible llegar a un acuerdo, las diferencias parecen ser irreconciliables… cada uno quiere hacerlo según su costumbre y siente que hacerlo diferente es una falta de lealtad a su propia familia, que además está observando todo lo que pasa y comentando lo bien o lo mal que lo hacen, aprobando o desaprobando a su propio hijo o el esposo o esposa de éste.

La necesidad de uno de los padres de sobreprotección:

O los problemas surgen por la forma en que se protege a los hijos, es muy frecuente encontrarnos hoy con padres sobreprotectores entre quienes hay una gran disputa, pues usualmente uno de ellos sobreprotege, mientras el otro quiere que el hijo crezca en autonomía y pone los límites, pero el verdadero reclamo es del marido a la esposa a quién pide que deje de cuidar en exceso al hijo para ser más pareja, y la queja de ella que si él ayudara en algo en vez de criticar siempre, ella si pudiera estar con él. Pues mientras uno en la pareja se ocupa en exceso de los hijos el otro para balancear la pelea se convierte en el que pone límites. Uno critica al otro por ser muy permisivo y sobreprotector, y el otro critica por ser muy duro. Finalmente los dos se sienten solos, y resentidos. Han entrado en un juego que retroalimentan constantemente en el cual queriendo estar cerca solo consiguen alejarse uno del otro. Mientras crece el conflicto aumentan las descalificaciones y con éstas el rencor y la soledad. Son muy usuales los comentarios de “ella les permite todo”, “mis hijos son unos malcriados e inútiles”, “él es muy duro con los chicos”, “tus hijos ya no te quieren” y así ad infinitum. Cuando este conflicto se hace evidente no solo la pareja está distanciada, sino que los hijos están alineados con un padre o con otro.

Los suegros:

Otra de las dificultades frecuentes es la influencia que tienen los padres y suegros sobre la nueva familia.   Esto es motivo de conflicto sobre todo en las parejas jóvenes, en dónde marido o mujer están todavía muy unidos a sus padres y son más hijos que pareja, por lo tanto permiten que sus padres participen activamente en todas sus decisiones, poniendo a la pareja en segundo lugar. Esta situación se agudiza si es que éstos padres además contribuyen económicamente al sustento de la pareja. Esta es una situación muy difícil de manejar pues en la medida que un esposo quiere tener más cerca de su cónyuge y le señala la intromisión de los suegros, el otro lo vivirá como una agresión a su familia y se distanciarán cada vez más, aumentando el nivel de discusión.

Soluciones

Estos problemas son comunes a muchísimas familias, pero las manera como lo saquen adelante podrá ser diferente entre ellas dependiendo de la manera en que reconozcan que tienen un conflicto y la forma como lo enfrenten y resuelvan. Así para unas podrá durar unas pocas semanas, cuando para otras podrá ser una discusión eterna, hasta llegar a pensar que es normal vivir así. Puede ser complejo dejar de mirar los problemas o conflictos desde nuestra perspectiva, pero es indispensable para sacar adelante la situación empezar a ver lo que sucede desde los zapatos del otro, ponerse en la situación del otro con las creencias que trae de su familia, para así entender porque insiste tanto en algún punto que para uno puede no significar algo tan grave, o para darnos cuenta de dónde sale su posición y porqué es tan importante para el otro.  Una vez que somos capaces de entender y sentir el porqué de la posición del otro será mucho más sencillo llegar a un acuerdo, ya sea porque cedes, o porque es el otro el que cede, o entendiendo el problema no como una posición cerrada y caprichosa del otro, sino el motivo interior en la que se sostiene, seguramente será muy sencillo que los dos muevan esa posición a un punto intermedio en dónde puedan dar un espacio a la al punto que cada uno sostiene, con lo que obtendrán un ganar ganar en la relación. Tanto los problemas en relación a cómo educar a los hijos, cómo la relación con los suegros se podrán solucionar al dejar de escucharse los argumentos de uno mismo, para empezar a escuchar a la pareja y ponerse en la situación del otro, llegando a la conclusión que muchísimas veces cediendo, gana la relación, gana la familia. Si los dos escuchan al otro, sin rivalidad, sino recordando que aman a esa persona, seguro los conflictos se reducirán, pues hay dos personas invirtiendo en el cambio.

Cómo solucionar los conflictos de pareja

Existen muchas situaciones que desencadenan en problemas conyugales.  A continuación describimos algunos de ellos y la forma como solucionar los conflictos de pareja.

1. ¿ Quién tiene la razón?

“yo se reconocer cuando me equivoco, pero ella… Nunca!

Lo más común es pensar que uno tiene la razón y el otro está equivocado, y esperar siempre a que el otro se disculpe por su falta. Es frecuente la frase: “yo se reconocer cuando me equivoco, pero ella… Nunca” .   Mientras pensemos así va a ser muy difícil solucionar el problema.

¿Han pensado alguna vez cómo se siente el otro cuando discutimos, y qué es lo que lo lleva a comportarse de esa manera? Más aún, ¿que hacemos nosotros para provocar esa reacción en el otro?   Cuando hay una discusión hay dos posiciones y estas se influencian recíprocamente todo el tiempo.

En vez de estar acusando al otro de culpable, y si nos importa lo suficiente nuestra relación, el ejemplo a nuestros hijos y el ambiente familiar, podríamos dejar del lado la dinámica ataque/defensa/ataque para ser protagonistas del cambio. ¿Cómo?   Pensando: qué puedo hacer yo, dónde debo cambiar yo, para que estas diferencias no terminen en discusiones eternas en dónde nos herimos y resentimos, sino que lleguemos a una solución constructiva. En el momento en que uno cambia algo en sí mismo, el otro lo hará también, pues sentirá una relación mucho más placentera y estará motivado a continuar con la dinámica positiva, sobre todo sentirá que le importa al otro, y esto hará que valga la pena el cambio.

Esto no es fácil… muchas personas consideran que esto es rebajarse frente al otro… Yo no lo creo así, siento que es de valientes tomar la iniciativa, sobre todo cuando hay amor y de verdad se quiere luchar por la relación.

2. ¿Y el resentimiento?

El perdón es buen compañero, es ofrecer al otro una nueva oportunidad y no sacar en cara en las próximas discusiones la lista de ofensas recibidas con anterioridad

En cualquier discusión, si no se llega a una conclusión oportunamente, se puede pasar rápidamente del tema en cuestión, "las malas notas del hijo",por ejemplo, a herirse la pareja duramente. Es ahí cuando los ataques se convierten en descalificaciones verbales y gestuales, agrediendo al otro con todo nuestro cuerpo, en la medida en que las discusiones son más frecuentes, las descalificaciones aumentan hasta llegar al punto de haber acumulado grandes dosis de resentimiento en contra del otro.   El resentimiento es mal acompañante. ¿Cómo salir de una situación tan negativa? No es fácil, pues ya hay mucho dolor, y es real.

El perdón es buen compañero, es ofrecer al otro una nueva oportunidad y no sacar en cara en las próximas discusiones la lista de ofensas recibidas con anterioridad. El que ha ofendido siempre podrá reparar el daño cometido, es decir, reconocer su responsabilidad pidiendo perdón y haciendo un gesto positivo que le sirva al otro como símbolo para restituirle lo quitado. Es un acto, cómo unas flores, o una cena, una conversación con los suegros, después del cual los dos puedan pasar la página.

3. Una comunicación positiva.

Trasmitir lo que queremos decir no debe significar tener siempre un conflicto o una pelea aunque el otro piense diferente

La forma cómo nos comunicamos tiene mucho que ver en la manera de resolver nuestros conflictos, favoreciendo o desechando la posibilidad de llegar a un acuerdo. Una mala comunicación es fuego en la discusión, una buena comunicación es una puerta que se abre para llegar a un acuerdo.

Una cosa es decir: “otra vez a casa de tu mamá, ¿acaso no tienes nada mejor que hacer?” ella contestará “si, y qué”… muy diferente sería que le pregunte: “¿Vas a ir hoy a casa de tu mamá? Hoy viene el maestro carpintero y me gustaría que lo atiendas” Seguramente ella responda, “si iba a ir, pero mejor hago lo que me pediste”. En el primer caso la pregunta parecería encerrar un reclamo y además un juicio de valor, que a su vez causa malestar y se convierte en conflicto, el segundo demuestra la verdadera intención que era pedir un favor. Y si lo que lo preocuparía a él es en realidad la frecuencia con que ella visita a su mamá, seria mejor que se lo pregunte directamente: “Me preocupa que pases todos los días en casa de tu madre” es una frase que invita al diálogo a través del cual podrán conocer mejor que la motiva a esas visitas, a la vez de saber ella lo que el opina o siente sobre eso.

“Este niño sí que es engreído, la mamita le da de comer en la boquita” es un comentario que descalifica a la madre y al hijo y lo que consigue es que se alejen del padre, si lo que el quiere es ayudar a la autonomía del hijo, mucho mejor vendría que diga “que te parece si dejas al niño comer solo, creo que lo ayudaría a crecer”   de ésta forma se dice lo que se piensa y se transmite la verdadera intención, evitando la descalificación.

“¿Qué manera de llegar tarde, de dónde vendrás?” Esta pregunta llevará al esposo a una contestación seguramente defensiva, porque lo que trasmite es desconfianza, pero si le dice “estás llegando tarde de la oficina, te extraño”, lo invita a que le cuente porqué llega tarde y seguramente a que se esfuerce en llegar temprano la próxima vez.

La forma en que comunicamos las palabras y los gestos con los que las acompañamos son de gran importancia al momento de tener un diálogo, trasmitir lo que queremos decir no debe significar tener siempre un conflicto o una pelea aunque el otro piense diferente…puede haber un gran desacuerdo, pero comunicado positivamente y trasmitiendo el argumento y los sentimientos propios al respecto nos lleva a respetarnos y conocernos mejor, las descalificaciones solo nos distancian.

De la forma cómo los adultos de la familia, la pareja, enfrentemos nuestras diferencias directamente, y lleguemos a acuerdos en dónde unas veces se le de la razón a uno, y otras veces al otro, permitirá a los hijos crecer con un modelo de familia en donde se puede llegar a acuerdos y respetar a la otra persona aunque tenga un criterio diferente al propio. Y si la pareja se ha ofendido y luego han salido fortalecidos de la crisis se estará modelando que nosotros también nos equivocamos, pero somos capaces de perdonar y reparar porque amamos.

  

 

 

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