Roberto Pereira Tercero
Violencia Filio-Parental, ¿qué es y cómo evitarla?
Hablamos de violencia Filio-Parental cuando nos referimos a las agresiones de hijos a sus progenitores. No son un problema nuevo. Han existido siempre, asociadas a trastornos psicóticos, adicciones a drogas, retrasos mentales graves, o diversos trastornos mentales de origen orgánico.
Pero en los últimos años estamos asistiendo en España, –donde el problema tiene al parecer una mayor visibilidad- y en todos los países que comparten una serie de valores que podemos englobar bajo el término “cultura occidental”, a un nuevo tipo de agresiones a los progenitores, una “nueva” Violencia Filio-Parental (en adelante, VFP). (Pereira, 2006)
Esta nueva VFP se da en todo tipo de familias: monoparentales, nucleares, reconstituidas, adoptivas, etc. Tampoco hay diferencias por el estrato social o económico. No tienen, en la mayoría de los casos, antecedentes por consultas en servicios sociales o sanitarios, es decir, son familias “normalizadas” y de todo tipo. (Pereira y Bertino, 2009)
Los agresores son de un amplio abanico de edades, desde la infancia hasta la edad adulta, con mayor incidencia en la adolescencia. Son por igual chicos y chicas, con diferencias respecto al tipo de violencia que ejercen: los chicos llegan con más facilidad a la violencia física, mientras que las chicas se quedan más a menudo en la violencia psicológica. Va dirigida hacia sus progenitores, o aquellos adultos que ocupan su lugar: tutores, abuelos, educadores, etc. Agreden con más frecuencia a las madres que a los padres, dado que éstas suelen estar más entrampadas en la relación y más involucradas en la educación de los hijos. No se trata de una violencia de género, porque también los padres son objeto de la agresión con mucha frecuencia, y el género del agresor y agredido coincide muy a menudo: hijos a padres, hijas a madres, etc.
Se trata de agresiones reiteradas que generalmente se producen en escalada:
- comienzan con agresiones verbales –insultos, lenguaje despectivo
- continúan con amenazas –verbales o no verbales, gestos-,
- ruptura de objetos –generalmente apreciados por el agresor
- hasta llegar a las agresiones físicas de índole cada vez más grave. (Pereira y Bertino, 2009)
Con frecuencia se asocia al consumo de tóxicos, aunque éstos actúan más como “facilitadores” de las agresiones, y no pueden conceptuarse como el núcleo central del problema.
¿Qué es lo que está produciendo este espectacular incremento de Violencia Filio-Parental en tantos países?
Es difícil asociarlo con causas individuales. No podemos hablar de origen genético, dada la extensión del fenómeno. Ni estamos hablando de comportamientos psico o sociopáticos extendidos, dado que la violencia con frecuencia se produce únicamente en el interior del hogar familiar.
Más bien la extensión del problema nos hace pensar en cambios socio-culturales que afectan al funcionamiento familiar. Los sistemas educativos – tanto el escolar como el familiar – se han vuelto más horizontales, y las distancias entre los sistemas jerárquicos de ambos se han acortado.
Cada vez es más difícil para los padres – o para los profesores – ejercer la autoridad. La utilización de la corrección física está descartada – en la mayor parte de los países europeos es un delito – y la percepción de apoyo social para esa tarea se ve cada vez más débil. La sociedad occidental es cada vez es más permisiva con la violencia de niños y adolescentes, que se ven continuamente bombardeados por mensajes violentos en los medios audiovisuales, mientras que a los padres cada vez se les tolera menos. Los padres pierden autoridad, y los hija/os cada vez tienen más poder en las familias. A veces tienen todo el poder, y se vuelven hijos tiranos de sus propios padres. Tener el poder les resulta deseable, pues les permite tener más libertad de actuación, y conseguir objetivos difíciles de alcanzar a su edad. Pero carecen de legitimidad para ejercerlo. Y para mantener un poder sin legitimidad es necesario utilizar la coerción, la violencia.
¿Cómo pueden los padres evitar que esto suceda?
EDUCANDO a los hijos. Educar no es una tarea fácil. Requiere tener ideas claras sobre lo que se desea transmitir, firmeza y constancia para hacerlo, y ser capaz de transmitir afecto, para que la imposición de normas no se convierta en un acto frío y totalitario, que genera rechazo en lugar de aceptación.
Algunas sencillas normas serían:
- Utilice el modelo que ha aprendido en su familia, si le ha ido bien. Si no, busque modelos alternativos en otros miembros de la familia o en los amigos. - Si tiene pareja, es posible que no coincidan exactamente en lo aprendido. Hablen mucho del tema, y procuren ponerse de acuerdo. - Si no lo consiguen, discutan lo que sea necesario, pero NUNCA introduzcan a sus hijos en sus conflictos. - Traten de llegar a consensos antes de impartir normas; pero si no han sido capaces, NUNCA desautoricen o boicoteen las de su pareja. - Es posible que en algún momento les vayan las cosas mal. Tal vez se hayan quedado solos/as tras una separación, y necesiten apoyo, consuelo y compañía. Búsquenlo, pero no en sus hijos. Sus hijos no son sus parejas ni sus amigos. Si se hacen amigos de sus hijos, les dejan huérfanos: no se puede ser padre y amigo a la vez. - Interésese de lo que le ocurre a sus hijos. Trate de estar al tanto de qué hacen y con quién lo hacen. Pero tampoco les sobreproteja. Los hijos tienen que aprender a resolver los problemas por sí mismos, y asumir riesgos razonables. - Si entra en conflicto con su hijo/a, y cree que debe reprobar o castigar su conducta, nunca lo haga “en caliente”, estando ambos alterados: espere a que las cosas se calmen, y aplique el correctivo que le haya parecido oportuno, y que sea proporcional a la infracción, explicando porqué lo hace.
- Y nunca, nunca, permita un insulto, un empujón, un mal gesto sin expresar con firmeza su desaprobación y su exigencia de que no se vuelva a repetir.
Recuerde la importancia de explicar a su hijo lo necesario que son valores como la empatía, la solidaridad, la compasión, la paciencia. No se desanime, y cuando flaquee, busque refuerzos. Y siempre, siempre, acompañe todo esto con mucho amor. Amor y firmeza, que no son en absoluto incompatibles. Bilbao, Octubre de 2015 Lea también: Hijos seguros y amados