El adolescente es ambivalente, en unas ocasiones se comporta como niño, en otras pide libertades de adulto, aunque esto nos confunda por momentos, debemos contribuir a que actúe de forma madura permitiendo que se responsabilice por sus obligaciones y por las consecuencias que sus actos positivos o negativos generen. En la medida que madure irá responsabilizándose cada vez más de sus acciones, haciéndose dueño de sí mismo. Este aprendizaje personal a través del cual se siente capaz le permitirá ser cada vez más independiente. Podrá sorprendernos y sorprenderse al ver lo que logra por sí mismo… resolver solo ciertas dificultades, sin esperar que nosotros lo hagamos por él.
¡A un niño trátalo como niño, dale responsabilidades de niño! ¡A un adolescente trátalo como tal, y dale mayores responsabilidades… el que quiere ser grande que actúe como grande!
Esta seguridad en sí mismo, es el resultado de un aprendizaje positivo. Si nosotros lo tratamos como niño pequeño, solucionando todas sus dificultades, no le estamos permitiendo crecer. Es importante que la exigencia sea en medida de su madurez, pedirle algo que exceda su capacidad es un camino al fracaso de la tarea, al igual que le envía a él un mensaje negativo de sí mismo, sintiéndose incapaz e inseguro. Crecer es necesitar menos de sus padres, para valerse más por sí mismo. En la medida en que los veamos listos, debemos permitir la independencia, incluso fomentarla (pues podrían quedarse en la comodidad de no intentarlo para no asumir riesgos) confiando en ellos, pero así como damos independencia, debemos exigir a cambio responsabilidad en su comportamiento.