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Enseñar a los niños a encontrar soluciones

Apoya a tu hijo a resolver problemas:

Así como los niños aprenden distintas habilidades cognitivas o sociales, también la generación de soluciones puede aprenderse por ensayo y error, o como un juego desde que son pequeños los niños hasta que se convierta en una reacción o actitud automática frente a un problema. Nuestra actitud serena, analítica, positiva y flexible les servirá como modelo y así podamos enseñar a los niños a encontrar soluciones.

Los padres han de evitar resolver los problemas de los hijos, y por el contrario desde pequeños animarlos a que busquen sus soluciones, validar sus ideas, rescatar sus aportaciones y potencializarlas, para que vaya ganando confianza en sus propias capacidades.

Existen distintas maneras de reaccionar frente a un problema

  • Paralizarse: no hacer nada, esperar que alguien lo haga por mí, lo cual generaría una pasividad, una actitud “ya se verá luego” o “no importa, ya pasará “convirtiéndose la persona en un ser en que la vida pasa por ellos y no ellos por la vida. Aportan poco o incluso estorban en un momento determinado, no son parte de la solución. Muchas veces está asociado al miedo, al temor; por algo que se desconoce y que no se puede manejar o mantener bajo control. Los niños que se paralizan pueden ser producto de una excesiva resolución - sobreprotección por parte de los padres que los incapacita y hace de ellos seres dependientes, con baja autoestima e inseguridad.
  • Huir: es otra forma instintiva de salir de la situación, escapar, evitar, negar, distanciarse de la situación que genera malestar o conflicto. Son aquellas personas que se pasan cambiando de escenario, pero el problema siempre los acompaña. Pueden tender a la inestabilidad, ya que no pretenden hacer frente a la adversidad. Si bien es cierto que uno puede utilizar esta estrategia, en algunas ocasiones, para evitar conflictos o discusiones, cuando el motivo no es de peso o si se eligen batallas, dejando pasar unas para enfrentarse solo con las trascendentales o importantes.
  • Gritar, enojarse, responder con agresividad, con actitud de defensa frente a una situación que pudiese causar molestia, desagrado o irritabilidad. Probablemente el bajo control de impulsos lleva a muchas personas a desconectar su cerebro emocional del racional; por lo que solo reaccionan por las emociones del momento, sin racionalizar causas ni consecuencias. Pueden responder con agresividad innecesaria, dejando de lado la posibilidad del diálogo, del discernimiento y de la mediación, ya que parecen querer imponerse por tener la última palabra o su verdad. Los niños pequeños quienes no poseen aún una expresión verbal demuestran sus frustraciones corporalmente: pegan, muerden, empujan, halan el pelo, patalean, etc. Sienten, pero no pueden ejercer el autocontrol con la mejor disponibilidad que la que gozan los niños a partir de los seis años, quienes ya poseen una mayor capacidad de pensamiento, comprensión de los hechos y la incorporación de un lenguaje propio de emociones le permiten identificar más las propias y poco a poco la de los demás.
  • Racionalizar los hechos y buscar soluciones, éste debe ser el hábito a desarrollar. Desde pequeños mediante “el juego del intercambio de ideas” que se puede establecer como dinámica familiar, pueden los niños tener una lluvia de ideas y escoger luego las mejores. La intención es enfrentar problemas con más flexibilidad y creatividad. Se pueden partir de varias posibles ideas, algunas muy creativas y otras más lógicas. Luego se analizar de que manera estas soluciones podrían funcionar, en niños menores de 8 años probablemente requieran aún de apoyo del adulto.

En el caso de niños de más edad y en adolescentes la forma más avanzada de resolver problemas se denomina PENSAMIENTO – MEDIOS- FIN.

La intención es tener clara la meta deseada, y buscar acciones que de cómo resultado lo que he decidido. Esta estrategia debe tener en cuenta de que hay ocasiones que lograr las metas implica esperar el tiempo adecuado, o que es necesario redefinir metas cuando sea conveniente hacerlo.

Para niños a partir de los 11 años pueden utilizar los padres pueden apoyar a sus hijos con las siguientes recomendaciones:

  • Importancia de detenerse para pensar con calma las cosas.
  • Identificar, definir el problema.
  • Reunir la información desde su propio punto de vista, de los hechos e información relevante.
  • Reunir información desde la perspectiva de otras personas (sus necesidades, emociones y lo que piensan)
  • Considerar estrategias alternativas, inclusive lo que se puede hacer o decir y los posibles obstáculos.
  • Evaluar consecuencias y los resultados, decidir entre alternativas; anticipar incluso que ocurriría en función de palabras o acciones puntuales.
  • Completar el proceso de resolución de problemas, alentando a continuar hasta alcanzar la solución deseada.

Los padres han de evitar resolver los problemas de los hijos, y por el contrario desde pequeños animarlos a que busquen sus soluciones, validar sus ideas, rescatar sus aportaciones y potencializarlas, para que vaya ganando confianza en sus propias capacidades.

El hecho de centrarse en soluciones en lugar de ver culpables o de sobredimensionar los problemas, facilitará la superación de obstáculos por parte de los niños; poco a poco ellos irán ganando confianza y pericia. Tendrán una actitud pro activa y positiva, generarán un ambiente alrededor de ellos de éxito y de bienestar.

8 tips para adolescentes con problemas de estrés

Es frecuente que en cualquier ambiente nos encontremos con personas cuyos rostros o actitudes denotan: prisa, impaciencia, y algunas otras inclusive tensión, ansiedad, y que incluso pueden ser adolescentes, no solo adultos.

Cómo solucionar los conflictos de pareja

Existen muchas situaciones que desencadenan en problemas conyugales.  A continuación describimos algunos de ellos y la forma como solucionar los conflictos de pareja.

1. ¿ Quién tiene la razón?

“yo se reconocer cuando me equivoco, pero ella… Nunca!

Lo más común es pensar que uno tiene la razón y el otro está equivocado, y esperar siempre a que el otro se disculpe por su falta. Es frecuente la frase: “yo se reconocer cuando me equivoco, pero ella… Nunca” .   Mientras pensemos así va a ser muy difícil solucionar el problema.

¿Han pensado alguna vez cómo se siente el otro cuando discutimos, y qué es lo que lo lleva a comportarse de esa manera? Más aún, ¿que hacemos nosotros para provocar esa reacción en el otro?   Cuando hay una discusión hay dos posiciones y estas se influencian recíprocamente todo el tiempo.

En vez de estar acusando al otro de culpable, y si nos importa lo suficiente nuestra relación, el ejemplo a nuestros hijos y el ambiente familiar, podríamos dejar del lado la dinámica ataque/defensa/ataque para ser protagonistas del cambio. ¿Cómo?   Pensando: qué puedo hacer yo, dónde debo cambiar yo, para que estas diferencias no terminen en discusiones eternas en dónde nos herimos y resentimos, sino que lleguemos a una solución constructiva. En el momento en que uno cambia algo en sí mismo, el otro lo hará también, pues sentirá una relación mucho más placentera y estará motivado a continuar con la dinámica positiva, sobre todo sentirá que le importa al otro, y esto hará que valga la pena el cambio.

Esto no es fácil… muchas personas consideran que esto es rebajarse frente al otro… Yo no lo creo así, siento que es de valientes tomar la iniciativa, sobre todo cuando hay amor y de verdad se quiere luchar por la relación.

2. ¿Y el resentimiento?

El perdón es buen compañero, es ofrecer al otro una nueva oportunidad y no sacar en cara en las próximas discusiones la lista de ofensas recibidas con anterioridad

En cualquier discusión, si no se llega a una conclusión oportunamente, se puede pasar rápidamente del tema en cuestión, "las malas notas del hijo",por ejemplo, a herirse la pareja duramente. Es ahí cuando los ataques se convierten en descalificaciones verbales y gestuales, agrediendo al otro con todo nuestro cuerpo, en la medida en que las discusiones son más frecuentes, las descalificaciones aumentan hasta llegar al punto de haber acumulado grandes dosis de resentimiento en contra del otro.   El resentimiento es mal acompañante. ¿Cómo salir de una situación tan negativa? No es fácil, pues ya hay mucho dolor, y es real.

El perdón es buen compañero, es ofrecer al otro una nueva oportunidad y no sacar en cara en las próximas discusiones la lista de ofensas recibidas con anterioridad. El que ha ofendido siempre podrá reparar el daño cometido, es decir, reconocer su responsabilidad pidiendo perdón y haciendo un gesto positivo que le sirva al otro como símbolo para restituirle lo quitado. Es un acto, cómo unas flores, o una cena, una conversación con los suegros, después del cual los dos puedan pasar la página.

3. Una comunicación positiva.

Trasmitir lo que queremos decir no debe significar tener siempre un conflicto o una pelea aunque el otro piense diferente

La forma cómo nos comunicamos tiene mucho que ver en la manera de resolver nuestros conflictos, favoreciendo o desechando la posibilidad de llegar a un acuerdo. Una mala comunicación es fuego en la discusión, una buena comunicación es una puerta que se abre para llegar a un acuerdo.

Una cosa es decir: “otra vez a casa de tu mamá, ¿acaso no tienes nada mejor que hacer?” ella contestará “si, y qué”… muy diferente sería que le pregunte: “¿Vas a ir hoy a casa de tu mamá? Hoy viene el maestro carpintero y me gustaría que lo atiendas” Seguramente ella responda, “si iba a ir, pero mejor hago lo que me pediste”. En el primer caso la pregunta parecería encerrar un reclamo y además un juicio de valor, que a su vez causa malestar y se convierte en conflicto, el segundo demuestra la verdadera intención que era pedir un favor. Y si lo que lo preocuparía a él es en realidad la frecuencia con que ella visita a su mamá, seria mejor que se lo pregunte directamente: “Me preocupa que pases todos los días en casa de tu madre” es una frase que invita al diálogo a través del cual podrán conocer mejor que la motiva a esas visitas, a la vez de saber ella lo que el opina o siente sobre eso.

“Este niño sí que es engreído, la mamita le da de comer en la boquita” es un comentario que descalifica a la madre y al hijo y lo que consigue es que se alejen del padre, si lo que el quiere es ayudar a la autonomía del hijo, mucho mejor vendría que diga “que te parece si dejas al niño comer solo, creo que lo ayudaría a crecer”   de ésta forma se dice lo que se piensa y se transmite la verdadera intención, evitando la descalificación.

“¿Qué manera de llegar tarde, de dónde vendrás?” Esta pregunta llevará al esposo a una contestación seguramente defensiva, porque lo que trasmite es desconfianza, pero si le dice “estás llegando tarde de la oficina, te extraño”, lo invita a que le cuente porqué llega tarde y seguramente a que se esfuerce en llegar temprano la próxima vez.

La forma en que comunicamos las palabras y los gestos con los que las acompañamos son de gran importancia al momento de tener un diálogo, trasmitir lo que queremos decir no debe significar tener siempre un conflicto o una pelea aunque el otro piense diferente…puede haber un gran desacuerdo, pero comunicado positivamente y trasmitiendo el argumento y los sentimientos propios al respecto nos lleva a respetarnos y conocernos mejor, las descalificaciones solo nos distancian.

De la forma cómo los adultos de la familia, la pareja, enfrentemos nuestras diferencias directamente, y lleguemos a acuerdos en dónde unas veces se le de la razón a uno, y otras veces al otro, permitirá a los hijos crecer con un modelo de familia en donde se puede llegar a acuerdos y respetar a la otra persona aunque tenga un criterio diferente al propio. Y si la pareja se ha ofendido y luego han salido fortalecidos de la crisis se estará modelando que nosotros también nos equivocamos, pero somos capaces de perdonar y reparar porque amamos.

  

 

 

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